Navegando el trauma y salud mental Perinatal cómo Mamá Latinx

2 women, one with purple hair, and child at pumpkin patch

por Stephanie Valerdi (leer en inglés)

En 2016 nació mi hijo y me volví una mamá. Mi mundo, cuando mi hijo entró, era uno de traumas que aún no había sanado ni aceptado. Mi salud mental antes de mi embarazo era una lucha continua. Como sobreviviente de agresión sexual, latina, queer e inmigrante estaba viviendo con traumas que no había procesado, en la constante lucha y huida y además, recibiendo las críticas e invalidación de los más cercanos a mí. Me sentía culpable por mi agresión y el trauma que me causó.

“Eso es lo que te pasa por irte de nuestra casa.” Fue una frase que me dijeron después de la agresión . El Marianismo y el Machismo están muy integrados en la cultura latina. Esto ha causado dificultades en expresar nuestras necesidades, como mamás y estigma en hablar sobre la salud mental. En muchas de nuestras familias no hablamos sobre esos temas y nuestros sistemas familiares pueden verse muy afectados por ello.

Esto afectó mi vida, la manera en la que mi familia me veía como mujer, hija única, mamá, y sobreviviente de una agresión que no fue culpa mía. También influye en la manera en la que interactuamos con el mundo fuera de nuestra familia. Cómo mujer latina e inmigrante recibí el mensaje que si algo malo me pasa me va ir peor si digo algo. Por eso como muchas otras mujeres latinx aprendí a sufrir en silencio y ocultar el dolor que sentía por dentro.

Otra dificultad que enfrenté fue el proceso de buscar terapia. Me reuní con varios proveedores de salud mental que me juzgaban, me hacían recomendaciones que no eran realistas y no tomaban en cuenta mi identidad completa. Me hacían recomendaciones que no eran posibles para mi vida.

Cuando me embaracé, decir que tenía miedo era quedarse corto. Un médico me había dicho que, debido a mi historia con el trauma, no debía ser madre. Esas palabras se quedaron conmigo y se convirtieron en mi narrativa para la maternidad temprana. Como mamá latina joven ya juzgada varias veces sentía una gran presión en demostrar que sí podía ser una buena mamá.

Di a luz después de laborar por 35 horas en un parto relativamente no traumático. Los meses siguientes estuve ciega al dolor que sentía por dentro. Me encantaba ser mamá, pero dentro de mí sentía que era una mamá terrible. Antes de ser mamá era maestra de preescolar, tenía un conocimiento práctico de los bebés y el desarrollo del que alguna vez me sentí orgullosa y después de mi parto todo cambió.

Me concentré en la maternidad de una forma que empezó a ahogarme. Me exigí a mí misma lo imposible. Tenía que ser una latina y una madre ejemplar. A este bebé no podía pasarle nada, mientras estuviera bajo mi responsabilidad. Al vivir cerca de mi familia, mis pensamientos internos fueron reforzados por ellos. Como inmigrantes, ese miedo a ser separados de nuestros bebés es algo muy fuerte y se apodera de las familias. Yo tenía que ser una madre perfecta y mis padres tenían que ser padres y después abuelos perfectos, porque eso era lo que nos mantenía a salvo. No se me permitían errores ni accidentes.

Como inmigrantes sabemos lo que pueden costar los accidentes. Al sentir que no era lo suficientemente buena, me perdí como persona. Me sentía culpable por todo. Si mi hijo se tropezaba, de alguna manera era culpa mía. Cuando no podía cumplir mis metas imposibles, me sentía destrozada. Sentía que nunca iba alcanzar esas cosas que deseamos para nuestros hijos y las cosas no iban a mejorar.

Entonces me pregunté, “¿Cómo podía estar tan triste cuando amaba ser madre?”. Me inundé en una tristeza profunda, basada en una falta de autoestima. Vivía para mi hijo y de todos modos me veía como una mamá terrible. Yo sentía que mi hijo merecía algo mejor, tanto que llegué a pensar que mi hijo iba a estar mejor sin mí y que mi vida no valía nada.

Cuando sentía que ya no podía más con mi vida, hice lo más fuerte que podía hacer cuando estaba más débil. Le conté a alguien que tenía planes de acabar con mi vida y esto provocó una conversación con mi sistema de apoyo y, aunque fue suficiente para que volviera a terapia, la expectativa fue que yo haría el trabajo sola. El amor por mi hijo y el deseo de ser la madre que él merece me impulsaron a hacer las cosas de una forma diferente.

Sin estar asegurada, me puse a buscar un terapeuta, pero con la determinación de encontrar al terapeuta adecuado para mí. Encontré uno a través de un programa llamado Open Path. Mi terapeuta ahora entiende mejor quién soy, como inmigrante latina y ve todas las partes de mi identidad. Ella toma en cuenta como ha afectado mi salud mental el vivir en este país y lo que el sistema me ha permitido hacer al respecto. Mi terapeuta está informada sobre la comunidad latinx y nuestras familias y me apoya de una manera que no pide que cambie quien soy. Esto ha impactado la manera en que he podido sanar y seguir viviendo una vida llena.

Sanar no es fácil, es doloroso curar las cosas que no nos hemos permitido sentir. Puede ser doloroso defenderte a ti misma y enfrentarte con prejuicios y vergüenza. A veces es una lucha ser escuchado dentro de nuestra comunidad o familias. En esta etapa de mi vida me sentía sola y tenía que defenderme de un sistema que no entiende mi identidad y mi cultura al mismo tiempo. Ser la primera persona de tu familia que se enfrenta a un trauma, también puede ser muy duro. Por eso me apasiona mi trabajo aquí en PSWA. Ahora apoyo a a las mamás Latinx en su recuperación, escuchándolas y apoyando los momentos difíciles. Hay partes de la maternidad que pueden ser dolorosas, y no tienes que enfrentarlas sola. Estoy aquí para esas platicas y esos momentos. No estás sola, estoy aquí para apoyarte mientras encuentras el poder en ti.